Cuando estamos perdidos…cuando nos enfrentamos a situaciones difíciles…cuando tenemos que tomar una decisión importante…cuando nos cuestionamos a nosotros mismos…cuando tratamos de entender hacia adónde vamos…la pregunta que debemos hacernos no es ¿por qué?…sino ¿para qué?…

Sabemos que Dios no nos abandona…Sabemos que a pesar de nuestras vicisitudes y  a pesar de nuestras equivocaciones, Él nos guiará por el camino y lo alumbrará para hacernos la caminata más fácil.  Pero…¿cómo avanzar cuando no estamos seguros da hacia donde nos está dirigiendo?…

Los caminos de Dios no son nuestros caminos, ni nuestros pensamientos son Sus pensamientos.  Dios es misterioso y, como dicen algunos, escribe con la mano torcida…Si es así, ¿para qué tratamos de entender el por qué de lo que pasa a nuestro alrededor o el por qué de injusticias terrenales?…En lugar de desperdiciar nuestro tiempo tratando de entender la razón por la cual ocurren estas situaciones, vale la pena invertir nuestro tiempo tratando de entender para qué seguimos adelante…¿para qué vamos a tomar un camino determinado?…¿para qué vamos a tomar una decisión?…Al hacernos esta pregunta, teniendo de guía al Espíritu Santo, podemos encontrarle sentido a lo que parece no tener sentido…podemos tratar de entender dónde debemos colocar la próxima pieza del rompecabezas, sabiendo que al final, estará completo…podremos descubrir cuál es la misión que debemos cumplir…y para qué vinimos a este mundo…

Abramos nuestros ojos y agucemos nuestros oídos para poder ver y oír y para entender no de dónde venimos, sino hacia adónde vamos…No nos preguntemos ¿por qué a mí?…sino más bien…¿para qué he pasado por esta situación?…¿qué debo aprender de ella?…¿qué puedo brindar a otros ahora que la he superado?…

Será mucho más fructífero mirar hacia delante, no convertirnos en estatuas de sal, y llegar al final del camino sabiendo que cumplimos con nuestra misión.

 

Caracas, 11 de diciembre de 2013

11:00 p.m.