Capítulo VI
Mientras conversaban otro bello día, la niña de repente miró al niño y le dijo: ¿Sabes?, nunca había hablado con alguien como lo hago contigo”. El niño la miró y nuevamente sus ojos se encontraron. Él sonrió. Ella también y después continuó hablando. “Cuando hablo contigo, me doy cuenta que tú me escuchas. Cuando hablo con otra gente, a veces me parece que realmente no les importa lo que digo, lo que pienso ni lo que siento”. Él permaneció en silencio, mirándola. Ella siguió: “No sé si te has dado cuenta, pero a veces la gente te pregunta que cómo estás, y cuando tú vas a contestar, ellos ya siguieron su camino, sin importarles cuál iba a ser tu respuesta. Si no les interesa, no deberían preguntar. Si les interesara, deberían esperar a que uno les contestara. A lo mejor si se detuvieran y escucharan, se darían cuenta que incluso a veces, cuando uno dice que está bien, realmente no está bien”.
“Tienes toda la razón”, contestó el niño. Si se detuvieran y realmente escucharan, se darían cuenta de muchas cosas. Si se detuvieran y escucharan se darían cuenta por el tono de voz de lo que realmente siente en ese momento la persona. Lo podrían notar incluso sin preguntar… y entonces, tal vez podrían hacer algo al respecto”.
“Sí”, dijo la niña. “A mí me gusta hablar contigo porque sé que me escuchas y que tratas de entenderme”.
“La comunicación es muy importante en cualquier relación humana. Ojalá siempre nos podamos comunicar los unos con los otros. Eso ayudaría a mantener la paz en los hogares, en las comunidades y en el mundo”.
“Es cierto”…”Si todos nos comunicáramos y tratáramos de entender a los demás, todo sería más fácil. Por ahora, ¡yo me siento feliz de poder comunicarme contigo!”. El niño sonrió y de nuevo ambos se concentraron en las gotitas que caían de la piedra, mientras sus pensamientos llenaban sus mentes.
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