Estaba tratando de llamar por teléfono a mi mamá para avisarle que había llegado y que todo estaba bien. Podía escuchar cuando ella contestaba la llamaba. La escuchaba diciendo: “¿Aló?”…¿Aló?”…Sin embargo, aunque le hablaba, ella no lograba oírme. Lo intenté varias veces. Estoy segura que a ustedes también les ha pasado alguna vez. Desean decirle algo a otra persona…Pueden hasta escuchar su voz, pero ella no puede oírles. Me sentía impotente…No podía hacer que me oyera…No dependía de mí…
Mientras estaba en este proceso, me vino a la mente el capítulo de la Biblia donde Jesús explica que existe un abismo que no permite que quienes están del otro lado pasen a donde nosotros estamos, ni que nosotros pasemos para allá. Me pude imaginar qué terrible debe ser la sensación, pues yo la estaba experimentando por unos minutos y lo mío tenía solución…¿Cómo sería saber que sería así por toda la eternidad?.
Busqué mi Biblia para recordar mejor el texto. El capítulo era San Lucas 16.19-31. Jesús en su parábola explica que había un hombre rico y había un mendigo, llamado Lázaro, lleno de llagas, echado a la puerta del hombre rico, ansiando saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico. Murieron ambos. El pobre fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico en el Hades, alzó sus ojos, estando en tormento, y vio de lejos a Abraham y a Lázaro en su seno. La Biblia continúa describiendo: “Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. Él entonces dijo: No, Padre Abraham; pero si alguno fuera a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de entre los muertos”.
Llama la atención que el rico alzó sus ojos…Miró hacia arriba, y vio a Lázaro en brazos de Abraham. Él estaba en sufrimiento, mientras Lázaro estaba cobijado. Dio voces y le habló a Abraham…No le habló a Lázaro. Le pidió a Abraham que le permitiera a Lázaro aliviar su sufrimiento. Pidió misericordia. Sin embargo, Abraham le explicó que una gran sima existía entre ellos, de manera que los de aquí no podían pasar para allá ni los de allá para acá…Así, aunque Lázaro hubiera querido, no hubiera podido…Cuando el rico, pensando en sus seres queridos pidió que les avisaran para que no les pasara a ellos lo que le había pasado a él, Abraham contestó que si no eran capaces de escuchar a Moisés y a los profetas, tampoco serían persuadidos aunque alguno se levantare de entre los muertos…
Pidámosle a Dios, nuestro Padre, que nos de entendimiento y que permita que oigamos lo que debamos oír. Pidámosle que nos enseñe a vivir nuestras vidas de manera que logremos identificar a los “Lázaros” que nos rodean, para que en vida tengamos nosotros misericordia de ellos…Pidámosle que nos enseñe el camino tanto a nosotros como a nuestros seres queridos y que logremos seguirle, antes de que sea demasiado tarde…Y asegurémonos de mantenernos siempre en la sintonía de Dios, para que podamos escucharlo y nos mantengamos siempre en comunicación con Él.
Lexington, 4 de mayo de 2013
9:00 p.m.
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