En el principio, Dios creó y Dios vio que lo que había creado era bueno (Génesis 1). Todo lo que había creado había sido diseñado cuidadosamente. Basta con admirar un atardecer o un amanecer…Basta con sentir una brisa mañanera, fresca y suave rozando nuestra piel…Basta con disfrutar de un chapuzón en el océano…

Simplemente siendo y dejando que la naturaleza nos maraville, con sus detalles y con su perfección, podemos tratar de comprender la esencia del artista…La mano del Creador…

Si queremos ir un poco más allá, leamos sobre cada parte del organismo humano…El diseño del ojo…La complejidad y alcance del cerebro…Ni con todos los adelantos humanos técnicos y científicos de los últimos tiempos se logra reproducir o acercarse a entender lo que ya fue diseñado desde el principio…Desde cuando Dios creó los cielos y la tierra y su Espíritu se movía sobre la faz de las aguas (Génesis 1.3).

¡Qué orgulloso se ha debido sentir Dios con Su creación!. Como un pintor que se deleita al ver su cuadro terminado y siente una gran satisfacción… Como un compositor que escucha su obra por primera vez…

Dios le dio a Adán el derecho a ponerle nombre a todos los seres vivientes de Su creación (Génesis 2.19) y lo puso a cargo de ella (Génesis 1.28-30).

El hombre y la mujer creados por Dios no fueron dignos de la confianza depositada en ellos. Desobedecieron una de las reglas impuestas por Su Creador. No sabemos si había una sola regla o si había varias. Sólo sabemos que Dios les había dicho que podían comer de todos los árboles excepto del fruto que estaba en el medio del huerto. De ése no debían comer ni debían tocarlo, para no morir (Génesis 3.3).

La serpiente tentó a Eva para que incumpliera la regla. Ella era astuta. Sabía cómo lograr su objetivo. ¿Cuál era su objetivo?. Lograr que Adán y Eva desobedecieran a Jehová. Producir desavenencias entre el Creador y su creación. ¿Cómo lo logró?. Creando dudas en la mente de Eva acerca de lo que les había dicho Dios. Utilizando la curiosidad de Eva para que cayera en la trampa. Ofreciéndole la posibilidad de llegar a ser como Dios, y utilizándola para que no cayera ella sola, sino para que, además, arrastrara con ella a Adán. ¿Cuánta astucia se necesita para urdir un plan tan malvado y para aprovecharse de la inocencia de alguien?.

Eva cayó en la trampa…Una trampa bien concebida…No solo desobedeció la regla, sino que impulsó a Adán, a su hombre, a desobedecerla también…(Génesis 3.6).

La serpiente tenía razón. Adán y Eva no murieron por comer de la fruta prohibida. Tal como había dicho la serpiente, al comer del fruto del árbol prohibido, se abrieron sus ojos y conocieron la diferencia entre el bien y el mal.

La gracia de Dios les permitió seguir con vida. No murieron. Sin embargo, Dios los expulsó del huerto del Edén, guardando así el camino del árbol de la vida (Génesis 1.24). La serpiente había triunfado separando al Creador de Su creación. Sin embargo, aun cuando la maldad triunfa en algunos casos, el amor de Dios es más poderoso y al final siempre vence, utilizando lo negativo para lograr lo positivo.

Debemos estar listos y preparados para enfrentar la maldad. Debemos saber que es astuta… Manipula… Conoce a su víctima y entiende sus debilidades… Y su intención es perversa… Se hace pasar por un amigo cuando en realidad solo busca dañar…Es como un lobo escondido debajo de una piel de oveja.

Entendiendo estos hechos, podemos estar más preparados para evitar caer en tentaciones que nos separarán de nuestro Creador. Podemos estar más capacitados para reconocer a la maldad y para apartarnos de ella y destruirla, matándola por la cabeza, como a la serpiente…Con la verdad verdadera y no distorsionada, y con la palabra de Dios en nuestros labios.

 

 

Caracas, 8 de febrero de 2015

7:30 A.M.