Si deseamos que nuestro espíritu vuele libre… si deseamos estar en comunión con nuestro Creador… debemos ser limpios de manos y puros de corazón.  Así lo señala el Salmo 24:4-6  “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en Su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; El que no ha elevado su alma a cosas vanas; Ni jurado con engaño.  Él recibirá bendición de Jehová.  Y justicia del Dios de salvación.  Tal es la generación de los que buscan.  De los que buscan Tu rostro, oh Dios de Jacob”.

Nuestro deseo es el que nos lleva a tener pensamientos acordes con ese deseo.  Esos pensamientos en algún momento pueden traducirse en acciones.  Si nuestro deseo no está en sintonía con la voluntad de Dios, estaremos actuando contra Su voluntad y, en consecuencia, habremos caído en pecado.  “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni Él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.  Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz a la muerte”.  (Santiago, 1:13-15).

Debemos pedirle a Dios que nos dé un corazón puro, como lo hizo David.  Debemos clamar para que la verdad y la luz reinen en nuestro corazón.  Pedirle que nuestros pensamientos estén alineados con esa verdad y con esa luz.  También nuestras manos deben estar limpias, para que nuestras acciones estén acordes con la voluntad de Dios.

Cuando estemos alineados con la verdad y con la luz de Dios, sentiremos la paz del Espíritu Santo independientemente de las circunstancias que atravesemos.  Una paz que sobrepasará todo entendimiento, ya que ni nosotros mismos entenderemos por qué sentimos esa paz.  Simplemente nos rodeará, nos cubrirá y nos cobijará. No será la sensación de haber satisfecho nuestro deseo.  Será una plenitud absoluta que nos hará entender que sólo el Espíritu de Dios puede lograr que nos sintamos así.  Todo perderá importancia, y lo único que importará será la unión que sentiremos con nuestro Creador.  Debemos buscar Su rostro.  Debemos tocar la puerta. Debemos entregarnos a Él y pedirle que limpie nuestras manos y que purifique nuestro corazón.  Sólo con unas manos limpias y con un corazón puro evitaremos caer en redes, telarañas y en los lazos de los cazadores y lograremos volar libres, sin ataduras ni cadenas.