Cuando leemos las historias bíblicas, muchas veces nos preguntamos cómo es posible que haya habido gente que haya dudado… Estamos seguros de que nosotros hubiéramos seguido a Cristo inmediatamente apenas Él nos lo hubiera pedido… ¿Quién no seguiría al Hijo de Dios?… ¿Cómo es posible que habiendo visto los milagros y habiendo estado cerca de Él no lo hayan reconocido?… Nos decimos a nosotros mismos que eso jamás nos hubiera pasado a nosotros… ¿Será verdad?
¿Qué pasaría si Jesús estuviera entre nosotros en este momento, con su cabello largo, su túnica y sus sandalias. ¿Qué pasaría si al dirigirnos a nuestro trabajo pasáramos cerca de Él? ¿Lo identificaríamos? ¿Qué pasaría si nos mirara a los ojos y nos dirigiera algunas palabras? ¿Nos pararíamos a escucharlo? ¿Qué pasaría si nos dijera simplemente: “¡Sígueme!”… ¿Lo seguiríamos? ¿Abandonaríamos todo por él? Entenderíamos y aceptaríamos que Él es el Hijo de Dios? ¿Entenderíamos y aceptaríamos que Dios sabe lo que es mejor para nosotros?
En un mundo donde andamos tan aprisa que mientras estamos con uno estamos hablando con otro que no está con nosotros… que mientras estamos haciendo una cosa estamos pensando en las otras diez cosas que tenemos que hacer… y que nuestra agenda está tan llena que tenemos reuniones que se solapan… ¿realmente tendríamos el tiempo y las ganas de pararnos a oír a Jesús?
Y si realmente decidiéramos seguirlo, ¿lo haríamos en ese mismo momento?… o trataríamos de hacer primero todo aquello que nosotros consideramos que debemos hacer, sin entender y aceptar que el tiempo de Dios es perfecto?Jesús mismo le dijo a un hombre que quería seguirlo que Él no tenía ni dónde recostar la cabeza… ¿Seguiríamos a un hombre que nos dijera eso?
¿Para qué estamos corriendo tanto? ¿A dónde queremos llegar? ¿Cuál es nuestra misión? ¿Cuál es nuestro propósito? Vayamos más despacio para que podamos ver y oír más y para que podamos reconocerlo… si tenemos la dicha de pasar cerca de Él.
Comentarios Recientes