Capítulo X
La niña y el niño estaban sentados uno junto al otro donde siempre se sentaban. Esta vez, la niña había llegado silenciosamente y, sin decir palabra, se había sentado al lado del niño. El niño la había mirado. Había notado que algo no estaba bien. Simplemente al verla, lo había sentido. Se habían quedado en silencio por un buen rato, mirando las gotas de agua caer.
Después de un buen rato, de repente la niña dijo: “¿Te importa si recuesto mi cabeza sobre tu hombro?”. El niño le contestó: “No tienes que preguntar eso. Puedes hacerlo cuando lo desees”. Ella sonrió y se recostó sobre su hombro. Así permaneció, nuevamente en silencio. Se hubiera quedado así… La niña en silencio pensaba que a pesar de todo… se sentía en paz.
Unos minutos después la niña le dijo al niño: “Hoy oí a mi abuelita hablando con mi mamá. No te había dicho esto hasta ahora, pero la razón por la que estoy aquí con mi abuelita es porque a mi mamá le están haciendo unos exámenes médicos”. El niño simplemente la miró con atención. “Mi papá y mi mamá han tenido que viajar para que mi mamá pueda visitar a una serie de médicos especialistas. La habían diagnosticado mal. Creían que tenía una enfermedad leve y ahora parece que es algo más serio. Yo pensé que pronto regresaría a casa, pero ahora parece que es probable que me tenga que quedar más tiempo aquí. La verdad es que eso no me importa tanto porque mi abuelita me quiere mucho y yo la quiero a ella. Además, te tengo a ti y me encanta estar contigo, pero estoy preocupada por mi mamá y quisiera estar con mis padres también”. Al decir esto, la niña comenzó a llorar. El niño le pasó el brazo por encima del hombro y ella siguió hablando: “No sabes cuánta falta me hacen. A veces me pregunto por qué tenía que pasar esto. Nosotros estábamos tan bien y éramos tan felices…y ahora estamos separados y no sé qué va a pasar…”.
El niño le dio su pañuelo para que se secara las lágrimas y le dijo: “El otro día me hablaste del Creador del universo. Yo creo que cada uno de nosotros viene a esta tierra para aprender. Nuestro espíritu vuela por encima de todas las dificultades y es libre, independientemente de todo lo que nos rodea y de lo que pueda acontecernos. Nuestro espíritu tiene que fortalecerse para poder volar cada vez más lejos. Nuestras experiencias son como los ejercicios que le pone un entrenador a aquél a quien entrena para que se fortalezcan sus músculos. Son como las preguntas que le hace un buen maestro a su pupilo para enseñarle a pensar. Espero que tu mami se ponga mejor y que puedas estar junto a tus padres muy pronto, pero es importante que sepas si confías plenamente en el Creador del universo, al cual hiciste referencia el otro día, sabiendo que Él te protege y que Él te cuida, no importarán las tormentas y los valles que atravieses. Al final, reinará la calma”.
“¿Sabes?”, le dijo la niña, habiéndolo escuchado con atención…” en el fondo de mi corazón yo lo sé y lo siento así, pero a veces no me es fácil…”.
“Nunca es fácil hacer algo difícil… pero mientras más lo hacemos, más fácil se nos hace. Al final, lo que era difícil se convierte en fácil…Yo te diría que cada vez que puedas hables con tu mamá y con tu papá y les digas cuánto los quieres y cuánto los extrañas… También deberías decirles que a pesar de que están lejos, los recuerdas siempre y que te sientes a gusto donde estás. Eso es lo que me has dicho a mí y estoy seguro que a ellos les haría muy feliz saber que tú estás bien”.
“Sí… Así lo haré. La verdad es que hablando contigo, siento que mi tristeza desaparece. Las circunstancias no cambian, pero sí cambia mi estado de ánimo”.
“¡Qué bueno!”, dijo el niño, “pero recuerda siempre que no soy yo quien te quita la tristeza… Es tu propio espíritu creciendo y es la paz que te da quien planeó todo desde el principio”.
La niña sonrió y simplemente lo miró agradecida, permaneciendo en silencio con su cabeza recostada sobre el hombro del niño.
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